Capitulo 1: El don

Y hay me encuentro, sentada en una de las bancas de la cafetería. Tratando de olvidar las últimas 72 horas, en las que encontraron a mi mama descuartizada en un pequeño cuarto al norte de la ciudad, en las que mi padre desapareció de la faz de la tierra dejando solo una pequeña nota que no tiene sentido para mí. En las que mi vida se fue desmoronando poco a poco hasta el punto de caer en depresión. Mis manos no son capaces de sostener la comida, mis pies no reaccionan. Mi cuerpo está allí pero mi alma está en el pasado, recordando el día en que mi familia se dio cuenta de mi don:

<<Yo tenía 12 años, esa tarde estábamos comiendo todos en el patio de mi casa. Mis hermanos me estaban molestando. Mi madre se acercó a mí y me susurro que no les prestara atención y eso hice, aunque de vez en cuando los miraba con una mirada de quien quiere más; pero todo cambio cuando mi hermano Lucas el mayor de todos, agarro unas tijeras de jardinería y lleno de venganza en sus ojos, tomo mi cabello y lo corto de un solo tajo. Quede pasmada, lo único que veía era mechones de cabello castaños cayendo rápidamente al suelo. Mi madre se paró de su asiento que no estaba muy lejos del mío y me abrazo con tal fuerza que me hizo sentir tan segura que no me importaba mi cabello. Cuando se separó de mí se acercó a mi hermano, le arrebato las tijeras y se fue a guardarlas.

Mis hermanos, mi padre y yo, nos quedamos solos. Yo mirando que reacción tomaba mi padre ante aquella escena que acababa de suceder y mis hermanos hablando entre ellos sobre lo mucho que les hizo gracias mi cara.

-Deja de ser tan niña, sécate esas lágrimas y pídele disculpas a tu hermano- Dijo mi padre mirándome como si fuera la empleada

-Perdón papi pero me dolió mucho que me cortaran el cabello. Además perdón si te ofendo pero para que pedirle disculpas a él sabiendo  que fue él, el que cometió la falta?- dije casi susurrando, tratando de que las lágrimas no siguieran fluyendo por mi cara.

-Deja de ser tan insolente- Dice lleno de ira, parándose ferozmente de su silla y caminando a grandes pasos hacia mí. Tomo una rama del piso y empezó a azotarme- Eres una malcriada, con esto aprenderás a no ser una altanera!

En esos momentos no sabía que hacer; si lloraba me pegarían más fuerte y si me hacia la fuerte me terminarían matando, así que decidí hacer lo que creí más correcto.

         

-Papi por favor ya no más, le pediré disculpas, lo prometo pero ya no más- Lo dije tratando de contener  las lágrimas que me salían sin control. Aunque le seguía suplicando, él no mostraba tener corazón, así que decidí rendirme y tirarme al piso a llorar.

         

-Eres una niña muy desobediente y tienes que aprender de una manera u otra. Párate y pídele disculpas a tu hermano por hacer que tu madre se enojara con él.

         

- Si señor- Le dije musitando lo más bajo que me permití. Con pequeños pasos me acerque a mis hermanos. - Perdón por hacer que mamá se enoje contigo, no era mi intención- Sus risas penetraron en mi subconsciente tan fuerte que, por primera vez sentí odio por ellos.

         

-Muy bien, eso está mucho mejor-Dijo mi padre en voz casi burlona- Ahora ve a tu habitación y piensa en lo que eres, y espero que piense- Dijo subiendo cada vez más el tono  voz.

        

-Ya mismo lo hago papi- Le digo tratando que en mi voz no se vea el repudio que siento por él.

Subo lo más lento que puedo. 1, 2, 3, 4… voy contando cada uno de los escalones hasta llegar al número 30. Mi habitación era la más pequeña y decorada de la casa. Mi padre la eligió y mi madre la decoro. Siempre he visto que mi padre me odia, para el no soy su hija, soy un estorbo, una basura.

Al entrar en la habitación, me tiro en la cama a llorar. Escuche que mi madre, tocaba como si un animal se la estuviera comiendo. No respondí, me sentía de lo peor. Sabía que valía mucho más de lo que mi papá creía, pero me dolía su indiferencia para conmigo.

Me quede dormida, cuando me desperté, observe que todo estaba igual que antes, como si lo que hubiera ocurrido hubiera sido un sueño. Pero no lo había sido. Mi cabello estaba corto y trasquilado. Mis lágrimas, estaban secas en mi cara, lo que significaba que ya había pasado un buen rato.

Me levante, y me dirigí hacia la puerta. Al abrirla veo a mi hermano Lucas pasando por ahí –como quien dice, me estaban vigilando- , me acerco rápidamente a él.

        

 -Está muy contento ¿verdad?- Le digo de una forma que ni yo me conocía, era una mezcla entre ira, dolor, enojo, asco y tristeza.

         

-Pues la verdad me hubiera gustado raparte, pero no pude- Me dijo en un tono burlan, sabía que tenía rabia

        

 -Pues si quieres hazlo- Lo dije en tono desafiante

No dudo ni un segundo. No debía haber sido tan grosera, aunque era mi intención, ahora me pegaría y a nadie le importara, solo a mi madre, pero no lo podría saber, porque si lo sabía mi padre terminara enterándose y hubiera terminado echándome a la calle o llevándome a un cementerio.

No faltaba mucho para que estuviera encima de mí. Mi primer pensamiento fue el de correr, pero sería muy cobarde, enfrento al toro y luego huyo, no era la opción correcta. Podría gritar, pero me castigarían, y no era lo que quería. Inmediatamente su mano roso la mía, mi primera reacción fue tocarle la frente con mi palma, tratando de detener al toro que tenía enfrente.

En ese momento, mi mente ya no era mía, era de mi hermano. Sus recuerdos más íntimos, sus historias más vergonzosas, sus deseos de  venganza. Todo. Su vida ya estaba en mi mente, grabándose perfectamente, sin necesidad de nada.

Mi hermano parecía como si nada estuviera pasando, me veía con un odio imprescindible, mientras yo tenía en mi control toda su vida.

Rápidamente, quito mi mano de su frente y coon una sonrisita burlona lo observo, que lleno de ira retrocede para tomar impulso y arrojarme al suelo. Mis manos en su frente ya no lo detendrían y todo el poder que tenía en mi mente no me serviría para pararlo.

1 metro, y acercándose. Se acerca como un animal, lleno de ira, sus ojos desorbitados y su cara con un rojo intenso. Cuando se me tira encima, caigo inmediatamente al suelo sin ventaja alguna. El golpe me deja algo atontada, mas sin embargo trataba de dar la pelea.

Un golpe tras otro. En la cara y el estómago. Esta lucha estaba acabando no solo con mi cuerpo sino también con mi alma. Terminaría en un hospital con un trauma severo en el cerebro y con una hemorragia interna en el estómago. No sabía cómo defenderme. Si daba un golpe, lo respondería con más fuerza. Así que decidí poner mis manos en su pecho, tratando de alejarlo para poder así darme espacio para pensar un poco sobre qué estrategia utilizar.

Lo hago, pero inmediatamente, el cae al suelo. ¿Se rindió? ¿Ese era su punto débil? Ninguna de estas preguntas tenía como respuesta un sí. Parecía inconsciente, dormido. ¿Qué le había hecho? En ese momento no lo supe, así que decidí arrancar mi mano, que ya estaba clavada en su pecho. Cuando de repente ni mi mente, ni mi cuerpo, ni mis movimientos me pertenecían. Eran de mi hermano.