Capitulo 7: Demonios De Las Tinieblas



El terror empezó a invadir mi cuerpo. No quería que le hicieran daño a Frederick, pero la única manera de hacerlo era traicionando mi raza. Aun no sabía muy bien porque los Vadazsoks lo querían tanto, pero no debía ser para nada bueno.

            -Entonces, nos lo vas a dar o debemos alentarte un poco- Dijo James mientras se acercaba a Frederick y le apuntaba con una navaja al corazón.

            -Pues te la daría, pero no me gusta regalarle cosas a los extraños- Dije para ganar algo de tiempo para pensar. No tenida ni idea de que hacer. La adrenalina empezó a invadir cada partícula de mi cuerpo, y junto con eso todo lo demás: visión, escucha, movimiento.

            -No somos ningunos extraños ¿O si chicos?- Dijo mientras estiraba sus manos a los lados y miraba los demás señores a su alrededor –Es más, tú conoces ya a mi hijo Ryan ¿O me equivoco?- Me dirigió nuevamente su mordaz mirada y llamo con su mano a un joven que estaba escondido entre los demás. –Debes disculpar sus malos modales, es un joven, ya sabes, sus hormonas se alborotan de vez en cuando. Pero tanto él como yo queremos el brazal. Por favor ¿nos lo quieres dar?- Ahora si no sabía qué hacer. Vi acercar a Ryan, no sabía si era por mi poder pero veía que caminaba lentamente, como si tuviese pena de que lo viera.

            -Chica, de verdad lo siento mucho, pero por favor, no nos digas que no fue un buen teatro, con lo de Max y todo estuvo entretenido ¿No te parece?- Era una cosa de familia el preguntar siempre ¿No te parece? ¿Me equivoco? No pretendía ni corregirlos ni alentarlos. Lo único que quería era salir de allí corriendo, pero tenía 2 grandes desventajas: aun no dominaba mi poder de correr y James sí, y según lo que me contaba Frederick, era muy bueno.

            -Señor, si me permite, ya sé quiénes son ustedes, ya se su historia y sé que no quiere mi brazal para pintar flores alrededor de él. Me importa poco lo que quieran hacerme a mí y a Frederick. Pero si quiero saber algo que no me encaja mucho en lo que me han contado- Ganaba tiempo, los distraía un poco, me distraía un poco. Sabía que lo que les estaba diciendo les había molestado porque inmediatamente abrí la boca la cara de James volvió a su “estado natural” ojos irritados, arrugas entre ojo y ojo, etc. -¿Por qué deben odiar a todo el mundo y hacerles daño?- No era una tan mala idea, podría saber un poco más de ellos y pensar en cómo arrebatarle el cuchillo al joven que sostenía a Frederick y salir corriendo.

            -Porque es nuestra esencia. Cada uno nacemos con una esencia y la nuestra es el mal, es odiar todo y a todos- Impactante respuesta, pero ¿Quién decide quién eres? ¿Es algo con lo que nacemos o simplemente algo que decidimos?

            -Pero ¿Por qué matar?- Ya había encontrado una solución. Si los cazadores pudiesen transmitirse ideas con la mirada, Frederick me transmitió una, porque inmediatamente lo vi se me ocurrió...

-Matar ejercita nuestro odio, nuestra naturaleza maligna, es una necesidad, no es algo que planeemos simplemente es como un impulso. ¿Alguna vez has sentido esa pequeña voz en tu cabeza que te dice que hacer? Nuestra voz somos nosotros mismos, si uno dice hagámoslo todos lo hacemos por impulso así queramos o no- Cazaban en manada. Era increíble todo lo que aprendía de ellos. Necesitaba otra pregunta, otra cosa para llevar a cabo mi plan.

-¿Y no les da miedo del infierno, de la eternidad que puedan pasar allí?- Mire a cada uno de los acompañantes de James, mire sus manos, tobillos, cabezas, cuellos, espaldas, orejas. El plan iba perfecto, solo 3 de ellos llevaban visible un “arma de protección”: James, y 2 jóvenes junto a Ryan. Se me hacía extraño que él no llevara ninguna, supongo que era porque aún no había desarrollado sus poderes.

-Niña, dejemos ya la conversación, queremos el brazalete y lo queremos ahora, así tu no quieras ¿Entiendes?- Me acerque lentamente a Frederick que aún estaba aprisionado entre el señor y la daga. –Mocosa ignorante, te estoy hablando, deja de ser una idiota y entréganos el brazal para que nos vayamos ¿ok?- Ya no podía ser cautelosa, debía ser ágil y rápida en mis movimientos. Inmediatamente estuve al lado de Frederick tome su brazo y lo aprisione con el mío. Necesitaba enseñarle mi plan, quería que me apoyara y me ayudara a realizarlo.

-Si te escuche, pero quien puede pensar cuando hay un enorme pelmazo gritándole estupideces, y para que quede claro eres tu- No sabía que más decir, me molestaba que me gritaran,  pero más aún que no me dejaran pensar con calma las cosas, no trabajaba bien bajo presión, nunca lo había hecho pero debía aprender a hacerlo.

            -No lo hagas- Escuche una susurro en mi cabeza, no era de Frederick, pero era escalofriante -No lo hagas- Nuevamente aquel susurro. Tenía miedo de que fuera alguno de los pemburu, pero sabía que no, era más una voz femenina, escondida entre la oscuridad tratando de salvar lo poco que me quedaba de vida -No lo hagas- Dijo más lento y más duro, no era la voz de ninguna conocida pero definitivamente era de una mujer.
            -Sí, lo hare, es mi única salida, lo hare- Pensé, no sabía si era una alucinación o simplemente la voz de mi conciencia pero quería responderle, quería que supiera que no me iba a detener, tenía que hacerlo para poder salir de allí, viva o muerta, pero salir. Sin embargo había algo que no entendía muy bien, por qué no escuchaba a Frederick, no daba rastros de vida, no podía leer su pensamiento ni su alma, sus ojos estaban cerrados y estaba pálido. –Lo van a matar, por favor, ¡suéltenlo!- Les dije mientras le tocaba la cara a mi amigo, estaba tan frio y áspero, no sabía si era porque estaba muerto o porque era así.

            -En tanto nos des tu brazal- No sabía qué hacer, Frederick podía salir gravemente herido si no se enteraba de lo que planeaba a hacer, pero si no me daba respuesta, mi única solución sería entregar el brazal.

            -¡Alto!- Un grito del inframundo estremeció cada parte de mi cuerpo. Era la misma mujer que hace unos instantes me susurraba que no luchara contra ellos y ahora me decía que no entregara el brazal. Lo hizo en el momento justo, porque ya me había sacado parte de la joya de mi brazo. –Lucha, él estará contigo, no morirán, él estará contigo, no morirán-  Nuevamente aquellos susurros escalofriantes. Un fuerte viento helado nos penetro a todos, venia del sur, era hermoso ver como arrastraba las hojas, las elevaba y las volvía a bajar con delicadeza, las azotaba con los arboles con tanta velocidad que se escuchaba el crujir de sus partes. Me intrigaba saber quién era la persona dueña de esa voz; quería saber cómo sabía que pasaría si me arriesgaba a luchar contra ellos. Era algo extraño, pero nada en mi vida era ya normal.
Cerré los ojos por un segundo, tome aire y me sentí libre, como si pudiera volar, sentí como el viento guiaba las hojas y a cada mechón de mi cabello. Sentí como el viento azotaba levemente mi cuerpo haciéndolo balancear. Sentí el aroma de jazmín en el aire. Sentí cada parte de mi cuerpo estremecerse con el retumbar de los árboles, con el sonido de los grillos, con el caminar de las hormigas. Ya estaba preparada, debía despertar mis sentidos y florecer mis habilidades. Era ahora o nunca, era vivir o morir, era luchar o rendirse. El viento se calmó, no lucho ni a favor ni en contra. Todo estaba pacifico.

            -Fred, los distraeré, tu solo corre, aléjate- Dije para mis adentros. Mi intención era que él escuchara y pudiera saber qué hacer. Estaba nerviosa, trate de calmarme pero no podía. El sol de la mañana apuntaba directamente a mis ojos. Estábamos a plena vista. Volví a dar un vistazo rápido a todos los hombres que había cerca, ¿Por cuál empezar? Supuse que debía comenzar por el que estuviese más alejado, pero no sabía cómo llegar a él. Solté la mano de Frederick y camine lentamente hacia el costado opuesto de donde estaba. Todos se me quedaban mirando intrigados, sin embargo uno de ellos no tardo y con su navaja me hizo una cortada horizontal en la mano derecha.
           
            -¡Hey! ¿Qué te pasa? No te he hecho nada malo, ¿Por qué me cortaste?- Inmediatamente dije eso lleve mi mano sana a la otra y me apreté fuertemente la cortada.

            -Un paso más y la próxima no será para ti sino para tu amigo- Dijo mientras pasaba su índice derecho alrededor de su cuello. Era una estúpida, claro que ellos no me permitirían coger mi arco, con él me volvería una amenaza.

            -Papá, por favor, terminemos esto rápido, ya estoy cansado y quiero dormir- Escuche que le decía Ryan a su padre. ¿Tan débil me veía que preferían dormir que luchar conmigo? Pues no debía permitirlo, debía atacar, pero debía hacerlo velozmente para tomar el arco en cuestión de segundos.

            -Te ayudare- Susurro nuevamente aquella voz. En ese momento la única ayuda que me podían brindar era sacarme de allí con vida y sin un rasguño pero una voz no podría contra 9 y ya me habían hecho uno.

            -Bueno Melissa, ¿quieres darnos el brazal rápido para irnos de…?-Quedaron inmóviles. No se escuchaba ni su respiración, ni el latido de sus corazones, no se escuchaba ni el caminar de las hormigas. No me importaba en ese momento darle una explicación a aquel suceso, debía aprovechar y tomar el arco y las flechas. Me escabullí por entre los hombres hechos estatuas. Al llegar al estuche, tome el arco y me puse el carcaj al hombro. Cuando iba acomodando una de las flechas para disparar todo comenzó con su ritmo normal, ni la visión  lenta se hacía presente en ese instante.

            -Estúpida, le acabas de dar sentencia de muerte a tu amigo- Mientras decía James eso, le hacía señas al sujeto que tenía amenazado a Frederick. No sabía qué hacer, no lo quería matar pero no quería que mataran a mi amigo. –No pienses, actúa- Me dije a mi misma, trataba de hacerme tirar la flecha, pero no era capaz. –Eres una inútil, no sirves para nada, nunca lograras ser alguien, eres un estorbo para todo el mundo, eres una escoria, una basura- Recordar aquellas palabras que me decía mi padre me hacían quererlo traspasar. No era una persona violenta, es más me consideraba pacifista, pero en esos momentos lo único que quería era traspasar con una flecha el corazón de mi padre. Lastimosamente en ese momento me debía conformar con unos bastardos ladrones.

            -No los mates- No entendía muy bien a la voz, que quería, ¿que los dejara libres para que mataran a Frederick? Debía actuar rápido, así que apunte al hombre que estaba a punto de degollar a Fred y le dispare en el pie. En ese momento no veía todo en cámara lenta, lo único que veía de esta manera era como la flecha se introducía brutalmente en la pierna del sujeto, e inmediatamente suelta a Frederick y se tira al suelo. Lo único que veía era sangre. La culpa no me debía embargar ahora, debía actuar rápido para que no me mataran a mí. Los nervios y la adrenalina se me subieron y el corazón empezó a latir tan rápidamente que no pensaba en mis acciones. Tan rápido como pude tome otra flecha, la apunte y la lance, tome otra e igual la lance y otra y otra, hasta que no encontré más y empecé a sostenerme la mano y a apretarla fuertemente al pecho de los 4 hombres que aún quedaban en pie. Cuando volví en sí, se me calmaron los nervios y me bajo la adrenalina todo me empezó a dar vueltas, veía mucha sangre, hombres tirados en el suelo. La verdad no recordaba mucho de lo que había ocurrido, solo que empecé a disparar y a robar almas indiscriminadamente, ni siquiera me fije a quien. Escuchaba gritos mefistofélicos en mi cabeza. Era horrible, no deseaba escuchar más. Quería tomar a Frederick pero me percaté de que no estaba por ninguna parte



            -¿Dónde está maldito bastardo? ¿Qué has hecho con él?- Le grite a James que llevaba una flecha clavada en su pierna izquierda. Estaba angustiada y tenía miedo de que alguno se levantase y me apuñalase en la espalda. Pero lo que más me tenía sofocada eran las voces de las personas a las que le había robado el alma, no hacían sino suplicar por sus vidas.

            -Nosotros no le hemos hecho nada, mientras tú te encarnizabas lastimándonos tan perfectamente, tu amigo desapareció, ni yo ni mis hombres tenemos que ver en eso- Dijo mientras se intentaba sacar la flecha. No sabía qué hacer, no sabía si mentía o decía la verdad, pero lo único que quería era saber dónde se encontraba Frederick.

            -Corre al norte, hazlo rápido, corres peligro- La voz tenía mucha razón, era solo cuestión de tiempo para que uno de ellos decidiera atacarme, así que puse mi arco en mi espalda y empecé a correr. Me dolía la cabeza y no era para menos, tenía 4 voces gritándome como si no hubiese un mañana.
Pase por la casa de Christopher, pase por la casa de Max, pase por el instituto, pase por la casa de Aarón y no sabía si correr más o parar, así que decidí parar. Estaba cansada de tanto correr, me faltaba aire y no sabía dónde encontrar a Frederick. Empecé a toser y a tratar de recuperar el aire.

            -¿Melissa?- Escuche la voz de Frederick, no sabía si era una ilusión o era que de verdad estaba cerca. –Estoy… estoy acá- Dijo como si le doliera mucho algo. La voz salía de mi costado izquierdo, pero hay solo se encontraba una vieja casa y una banca muy dañada.

            -¿Dónde estás?- Dije mirando hacia todos los lados. No veía ni rastros de sangre ni veía a Frederick.

            -Detrás de la banca- Corrí a ver cómo se encontraba. Estaba tirado en el suelo, sin sangre, pero se le veía muy golpeado.

            -Frederick por Dios, ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras? ¿Te han hecho algo?- Dije mientras lo tomaba y lo abrazaba. Lo que había hecho, en un principio no era por mí, sino por salvar a Frederick, luego se convirtió en un deseo insaciable de venganza.
           
            -Estoy bien, me duele un poco el corazón pero estoy bien. No me hirieron, mas sin embargo me sacaron de mi cuerpo. Es decir, sacaron mi alma de mi cuerpo. Y antes de que me lo preguntes, sí, eso es posible aun teniendo el arma de protección, porque no es que te roben el alma, simplemente mientras te oprimen un lugar específico cercano a tus costillas te sacan el alma de tu cuerpo, si lo sueltan regresas a el cuerpo. Pero bueno no es lo importante ahora, lo importante es que me ayudes a sentar- Me dijo mientras con su mano derecha rodeaba mi cintura para que lo ayudara. Lo senté y me pare enfrente de él.

            -Frederick, como fue que llegaste aquí, me tenías muy preocupada, creí que te habían secuestrado o matado, de verdad me tenías muy intranquila. ¿Cómo llegaste aquí?- Le dije mientras me arrodillaba al frente suyo y me daba palmaditas en la frente para intentar callar aquel estruendoso bullicio.

            -Es algo incierto incluso para mí, cuando desperté, me encontraba tendido aquí, con un fuerte dolor de cabeza y con un frio exorbitante –Dijo mientras cerraba los ojos, como tratando de recordar que era lo que había ocurrido.

            -Frederick, ayúdame por favor. Cuando tú estabas inconsciente yo por impulso… les robe las almas a… a algunos de los que allí estaban y ya no me los puedo sacar de la cabeza, por favor dime que hacer- Le dije mientras posaba mis manos alrededor de mi cuello. Misteriosamente me dolía más el cuello que la cabeza.

            -Bueno, mi querida salvavidas, eso estará un poco difícil, porque necesitas tocar el cuerpo de cada uno para devolverle el alma, por el contrario es muy difícil. Solo los más grandes cazadores lo logran, incluso yo todavía no lo controlo muy bien- Eso sería un problema, porque posiblemente los pemburu se hubieren llevado sus cuerpos del lugar para que nadie sospechase nada. Pero lo que realmente me preocupaba ahora no eran aquellas fúnebres voces, si no la extraña voz que escuchaba en el momento de luchar contra mis atacantes.
           
            -Fred, ¿has escuchado alguna vez una voz dentro de tu cabeza, que te guía?- Estornude. No tenía gripa, pero el frio provocaba esa reacción en mí cuando me daba de golpe, después de estar con mucho calor. Supongo que a muchas personas les puede pasar lo mismo, pero me molestaba.

            -Si me lo preguntas por la voz que escuchabas, no, nunca la he escuchado y también se me hace extraño, aunque… puede ser… no, no me hagas caso- Me molestaba que no terminasen sus ideas y me dejaran con la duda.

            -¿Qué ibas a decir?- Le dije mientras me paraba y me sentaba a su lado, el suelo estaba muy frio y no me agradaba sentir como aquel frio penetraba por cada uno de mis huesos haciéndolos sentir como si se estuviesen congelando, como si se fuesen a romper en cualquier instante.

            -Nada, era una idea sin fundamentos, y  no me gusta mencionar nada si no tengo bases firmes para hacerlo- De repente el frio se volvió más fuerte, tanto que retumbaba en mis oídos, pero no se escuchaba como la brisa normal, sino como si aquel viento se estuviese riendo, una risa inocente e infantil.

            -¿Escuchas eso?- Le pregunte a Frederick, que al parecer también había escuchado tan afable risa y estaba observando de dónde provenía.

            -Sí, escuche esa encantadora risa, la mujer poseedora de aquel regalo celestial debe ser una mujer demasiado hermosa ¿No lo crees?- No lo había pensado, pero si asemejaba esa risa con la voz que había escuchado, eran las mismas.

            -Tienes razón, debe ser hermosa. Desearía poder verla o por lo menos poder escucharla un poco más- En realidad deseaba con todo el corazón conocer a tan hermosa mujer. Su risa tan inocente, provocada no otra cosa que reír con ella.

            -Aquí estoy- Se escuchó como aquella oración floto por el aire y nos susurraba al oído. Era hermoso ese sentimiento de cercanía que teníamos con esa voz.

            -Eso es- Dijo Frederick mientras abría los ojos, como si se hubiese dado cuenta de algo. –Ya sé que es- Dijo mientras me miraba con una gran sonrisa y con brillo en sus ojos. –Es un...-

            -Soy un oráculo- Dijo aquella voz fuerte y claro, interrumpiendo a Frederick. Segundos después de aquella revelación un fuerte viento se hizo presente en el lugar, nos envolvió a ambos y nos hizo estremecer. Aquella voz que decía ser un oráculo empezó a reírse, no era una risa burlona, era una risa, como antes, infantil e inocente.

            -Frederick ¿Qué se supone que es un oráculo?- Le pregunté con un tono un poco espantada, pues aunque no me producía miedo, me producía una sensación de asombro.

            -Saber deberías, que un oráculo soy yo- Quede estupefacta, mientras ella pronunciaba eso, un viento muy fuerte hizo presencia en aquel lugar. Nuevamente el asombro me embargo al ver como aquel viento en un remolino se hacía a la figura de una hermosa mujer. Era de una tez blanca, sus cejas finamente pulidas en forma de arco, sus ojos eran de un hermoso verde claro, y cerca de su pupila había un hermoso arco color naranja, su nariz era pulida al igual que su cara, sus labios de un hermoso color rosa y una sonrisa que encantaba al que la viese. El color de su cabello no se definía bien, ya que gran parte de su cuerpo aún era aire.

            -Frederick, no estoy demente ¿Cierto?- Dije con cierto tono de asombro, puesto que la escena anterior aún no había sido muy entendible para mí.
           
            -No lo estás, de ser así ya seriamos dos- Dijo Frederick mientras observaba como aquella hermosa dama terminaba de mostrar su esplendor.

            -Perdonen mis modales, no me he presentado aún- Pronuncio aquella jovial mujer con dulces palabras mezcladas con una risa pura, se sentía como pronunciaba cada frase susurrando junto al viento. Era encantador ver como del viento, poco a poco, relucía la imagen de una hermosa mujer, en nada parecido a lo que siempre he visto. –Mi nombre es Beera- Era un hermoso nombre y aunque sin ser mi intensión leí que Frederick pensaba lo mismo.

            -Mi nombre es…-

            -Melissa, lo sé ya, eres una afable joven muy educada y cordial, aunque claro está con varias cosas que mejorar, tu misantropía por ejemplo- Dijo aquella mujer, ya por completo encarnada en humana, con una sonrisa sin igual, con un cabello perfectamente liso y su color era canela.

            -Un oráculo, antiguamente eran considerados como profetas o hechiceros, por sus tan acertadas predicciones, sin embargo luego de unos siglos dejaron de existir para muchas personas, dada su poca confiabilidad- Dijo Frederick mientras Beera no dejaba de sonreír.

            -Tu compañero mucha razón tiene, solo que la historia completa no ha contado: Hace miles de años, cuando los romanos pidieron a los “brujos” de aquella época sus poderes y se les fueron dados, según el cristianismo, negado les fue el derecho de ser hijos de Dios, y a este derecho perder, ángeles guardianes perdieron también. Mas sin embargo, el todo poderoso no quería dejarlos desprotegidos y nos dio como un “suplanto” de los ángeles. Pero, a todos no les fue dado tan grande regalo, solo a los pocos que lo necesiten- Mientras ella hablaba, las voces en mi cabeza se fueron tranquilizando más, como si su voz fuese para ellos una canción de cuna.

            - Pero no entiendo muy bien ¿Cómo que solo a algunos se les dio? ¿No sería algo injusto?- Dije un poco enojada, claro era que la vida no era muy justa, pero había que ayudar para que lo fuera más.

            -Todos buenos no son, y eso lo debes tener en claro, solo algunos oráculos, se revelaron y se convirtieron en los guardianes de personas que poco lo merecían, ¿alguna vez has escuchado la historia de los ángeles? Es muy similar, aunque se revelan muchos, por él sencillo hecho de no tener que servir a persona alguna el resto de sus vidas. De esto un ejemplo: mi hermano. No es que me vanaglorie de ello, pero para la muestra un botón: nacemos de una manera diferente a ustedes, no tenemos lazos de sangre como ustedes, más aun sin embargo, poseemos lazos de espíritu, un mismo espíritu, en este caso nuestra madre, nos sacan de pequeños trozos de ella, claro está, después de muerta; de allí proceden nuestro lazos familiares, ahora, lo que te venia contando, mi hermano, aunque compartimos mismo espíritu, decidió que la vida no era solo servir, también era divertirse y bueno, ahora esta, , haciendo de las suyas- Mientras decía esto, se veía como su silueta se desvanecía poco a poco, hasta que no quedo nada mas de ella, aun sin embargo se seguía escuchando su risa pura e inocua. No obstante, esta grata risa, no acallaba aquellos hombres que aún permanecían en mi cabeza sin darme ni darse paz alguna

            -Aun no entiendo, ¿es decir que tú eres mi oráculo? Pero, ¿qué hace un oráculo?- Dije mientras contemplaba como la silueta de Beera aparecía rápidamente junto a Frederick, como tratando de observar que era lo que le ocurría.

            -Correcto es, tu oráculo soy, y creo que por ahí debí empezar. Un oráculo, poder tiene de ver el pasado y el futuro. Privilegio tenemos de ayudar a la gente, en situaciones de riesgo. Notar haz debido, que no soy como tú, soy aire, en muchos lugares estoy y en ninguno a la vez, pocos tienen el honor de verme, como tú- Poco entendía de los oráculos, sin embargo, tenía mucho tiempo para tratar de entenderlo.

            -Oye, aunque puede sonar un poco atrevido, teniendo en cuenta que recién nos conocimos y que no hemos entrado en confianza, me querrías decir, ¿Por cuánto tiempo tendré a estos insufribles señores hablando en mi cabeza?- Le dije con cierto tono de cólera, puesto que no era de mi agrado tener a varias almas en mi mente gritándome cosas.

            -He dicho ya, que una ayuda soy, decirte no puedo lo que ocurrirá en unos minutos, sin embargo te aviso, que será algo muy bueno- Dicho esto, su silueta se fue desvaneciendo con el viento, sin escucharse ya ni su voz ni su risa.

            -Frederick, definitivamente ha sido este uno de los días más extraños de mi vida, mucho más raro que la vez que descubrí mis poderes. No puedo creer, Beera me recuerda tanto a mi madre, que cuando me pongo a reparar, son las mismas- Dije, mientras me caían lágrimas. Era la primera vez, en aquellos 4 tristes días alejada de ella, que sentía que no se había ido y que aún estaba conmigo.

            -Seguramente es porque su gran bondad se asemeja a la de nuestra nueva acompañante Beera. Pero no es nada extraño, a mí también se me hacen semejantes- Dijo Frederick mientras se paraba de la banca, mucho mejor de como lo había visto antes.

            -¿Qué crees que sucederá en unos minutos?- Dije algo extrañada por aquel comentario. No era muy común que un oráculo se te apareciese y te dijese que algo bueno te pasara en unos instantes.

            -No tengo ni la más remota idea, aunque puede que nada, no confió mucho en los oráculos, por algo dejaron de existir para millones de personas- Dijo Fred en un tono bastante altivo.

            -¿Me… Melissa?- Dijo una voz detrás de mi. Me era bastante familiar, sin embargo tenía tantas voces en mi cabeza que no podía asemejarla.

PD: 
Siento mucho, de verdad de todo corazon no haber publicado antes, he tenido bastantes problemas con el tema de la publicacion. Espero que les guste. 

1 comentario:

  1. el 8 cuando lo subes esta super padreeee!?
    o_____________________________o

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